domingo, 9 de septiembre de 2012

Amor

     Esa noche empezó bien. Era la primera noche que salíamos en aquella ciudad. Además, era una excursión de chicas... Sin ningún chico, tampoco ninguna teníamos novio. Por lo tanto, podíamos desfasar sin preocupaciones.

     Empezamos en el salón del apartamento que alquilamos. Comenzamos a beber, poco a poco el alcohol iba subiendo por nuestras venas. Después de dos horas, decidimos salir para ir a algún bar dónde hubiese música para irnos ambientando e ir más tarde a la discoteca.


***

      En el bar le vi. Era alto y esbelto, moreno de piel y de pelo castaño. Sus ojos eran de un verde intenso como el césped. Vestía una camisa violeta que resaltaba sus ojos, con unos vaqueros claros que conjuntaban con sus zapatos náuticos negros, de abrigo llevaba una americana negra. Nada más entrar por la puerta del bar le vi, estaba al lado de la barra, y lo mejor, iba sólo. Nuestras miradas se cruzaron, y con mi sonrisa más pícara fui directamente a la barra a pedirme una copa sin acercarme a él. Él, no me apartó su mirada, pero tampoco de acercó.

     Tras tener mi Ron con Coca-Cola me fui hacia mis amigas. Estaban en una de las esquinas del bar, en una mesa, algo lejos de las personas, preferíamos estar así para estar a lo nuestro y bailar. Todas se fijaron en el chico de la barra y de que no dejaba de mirarme. Nosotras seguíamos bailando unas con las otras, cuando sonó nuestra canción favorita de reggaeton. Empezamos a bailarla -nos sabíamos el baile entero-. Mientras bailábamos al unísono, moviendo las caderas y haciendo todos los pasos de reggaeton, todos se nos quedaron mirando. Sí, estamos locas es lo que pensé cuando todos nos estaban mirando,  porque sólo bailábamos nosotras.

     Al finalizar la canción, fui al baño para arreglarme el pelo un poco y luego ir a pedirme otra copa a la barra. Al dirigirme a la barra, sentí que alguien me cogió del brazo. Al girarme lo vi de cerca, era ese chico de los ojos bonitos. Era incluso más guapo de cerca; tenía la cara de forma triangular, lo que le hacía una cara más masculina y varonil. Tenía esa barba de tres días que le acentuaba aún más sus rasgos masculinos. Tenía una gran sonrisa dibujada en su boca, era perfecta. Una sonrisa abierta y sincera, acompañada de unos dientes perfectamente alineados y blancos.


     - Hola, -dijo con una sonrisa en su boca- me llamo Gabriel, aunque mis amigos me llaman Gabri.
   - Hola, yo iba a pedirme una copa... -dije tontamente medio tartamudeando, me había dejado sin respiración-.
     - Pero, espera, ¿cómo te llamas? -dijo él.
     - Me llamo Daniela -dije entrecortada mientras me escapaba de sus dulces brazos-.

     Cuando volví con mis amigas estaba sonrojada, ese chico, Gabriel, me había dejado sin respiración. Su olor me había embriagado el alma. Miré hacia él, seguía mirándome, una de mis amigas, había visto que había hablado conmigo, y me preguntó.

     No sabía cómo, pero ese chico no se me quitaba de la mente. Estuviese dónde estuviese, él estaba ahí, observando lo que hacía. La verdad, había sido discreto y amable, y por sus pintas no parecía ningún desequilibrado.

     Seguí bailando como siempre, cuando por un momento apagaron las luces y pusieron una canción de reggaeton algo lenta, y sin más, Gabriel estaba justo enfrente de mí con una sonrisa pícara.

     - Chicas, me llamo Grabriel, ¿me permitís robaros a vuestra amiga en esta canción? -les dijo a mis amigas- Claro, si tú quieres -dijo refiriéndose a mí-.
     - ¡Claro! -dijeron todas al unísono sonriendo- Dani, baila con él.
     - Sí, vale -dije tímidamente-.

     Él me estiró el brazo para que le cogiera la mano. Suavemente me acercó hacia él y empezamos a bailar. Estaba fuerte y su cuerpo estaba muy bien estilizado, estaba muy bien proporcionado. Su olor era fresco, era un olor embriagador. Su mano reposaba sobre mi cadera. Era guapo, más bien guapísimo. Se acercó a mi oído y me susurró: ¿sabías que eres espectacular? -estaba sonriendo- Sí, eres una belleza y además te mueves espectacularmente  bien -dijo mirándome fijamente a los ojos-. No me había percatado de que la canción se había acabado, y que sólo estábamos bailando nosotros, mientras mis amigas nos miraban. Me separé de él.

     - Ya, terminó la canción -le dije-.
     - Gracias por aceptar mi invitación a bailar, Dani -dijo Grabriel-.
     - El placer ha sido mio -le dije dándole un suave beso en la mejilla-.

     Al momento, me alejé de Gabri y me fui junto a mis amigas. Gabri dijo en voz alta para que le escuchara, mientras ponía una sonrisa en su boca: estaré aquí, no en la barra, para verte mejor. Al instante, tuve a todas mis amigas encima mía preguntándome cosas sobre él. Yo no sabía que contestarle, en realidad, no sabía nada de él. Lo único que sé es que es guapísimo, además de encantador, y como no me había dejado sin aliento desde el primer momento en que lo vi.

     Después de un rato preguntándome sobre Gabriel, mis amigas le llamaron: ¡Gabriel! ¡Gabriel! Ven con nosotras -dijeron todas a la vez-. Gabri venía con una enorme sonrisa y un brillo en sus verdes ojos, mientras iba esquivando a las personas que estaban en el  bar. Una a una se fueron presentando, para darle conversación. Nos cambiamos de sitio, nos fuimos a una mesa que estaba rodeada de sofás para que estuviésemos más cómodos.

     Al cabo de unas horas, todas habíamos contado cosas de nuestras vidas y Gabriel igual. Respondió a todas las preguntas que le hicieron con sinceridad y amabilidad. Mientras hablamos él siempre tenía una mirada o una sonrisa gratificante para mí. Yo tímidamente le respondía de la misma manera. Luego, todas las chicas al ver la complicidad entre ambos, nos dejaron solos.

     - Parece que nos han dejado solos -dijo Gabriel- te prometo que no he tenido nada que ver.
    - No pasa nada -dije sonriente, la verdad es que me estaba gustando más de lo que creía que me podía gustar-.
     - Bueno, ¿qué te apetece hacer ahora? ¿Bailar? ¿Seguir hablando? ¿Dar un paseo? -dijo él-.
     - Mmm... La verdad que me da igual, lo que tú prefieras.
     - Bueno, en ese caso podemos bailar un rato y luego, si quieres, damos una vuelta mientras hablamos. ¿Te parece?.
     - Sí, vale, venga.

     Fuimos a bailar con las más, ahora había más gente bailando. Gabri, bailaba con todas nosotras. Pero si veía a algún chico acercarse a mi, venía para quitarlo del medio educadamente. La noche esta pintando demasiado bien. Gabriel era un chico con el que había soñado siempre, pero que a la vez parecía imposible que se fijara en alguien como yo. ¿Quizás la vida me estaba dando otra oportunidad para conocer al hombre de mi vida? Anteriormente, me había enamorado de algún que otro chico, y al final, todo salía mal. ¿Sería Gabriel la persona especial que estaba esperando? Esto sólo se sabría con el tiempo, pero mientras tenía que vivir el presente.

     Una de las veces en las que Gabri y yo estábamos bailando juntos, nos miramos fijamente a los ojos, y sin más, nuestras cabezas se acercaron. Nuestras bocas estaban a penas unos centímetros la una de la otra. Su aliento se iba adentrando en mi garganta. Juguetón, él fue trazando un camino de dulces besos que iban desde la mejilla, pasando por el cuello delicadamente, hasta llegar a mis labios. Cerré los ojos y me dejé llevar. Sus labios eran suaves y carnosos, su aliento tenía cierto sabor a Mojito. Besos y más besos húmedos llenos de pasión. Ambos teníamos un brillo especial en los ojos. Sabíamos lo que habíamos sentido el uno por el otro al besarnos. Nuestros corazones latían velozmente.


***

     Eran cerca de las seis y media de la mañana y seguíamos en el bar, por lo que decidimos pasar de ir a la discoteca. Nos lo estábamos pasando genial allí. Además, Gabriel y yo seguíamos a lo nuestro, después del primer beso que nos dimos, no teníamos ganas de estar separados. Ambos sabíamos que esa noche sería muy especial y que debía acabar bien. Además, pronto nos tendríamos que ir a casa.

     - Nunca me había pasado esto antes, -dijo Gabriel, acercándose a mi oído-  pero no quisiera que acabara. No quiero que te vayas. -cogiéndome ahora de las manos continuó- Quizás te parezca algo atrevido, espero que no te lo tomes a mal, pero...¿querrías venir esta noche a mi casa? Vivo a unas manzanas de aquí.
     - Mmm... tendría que decírselo primero a las chicas a ver que piensan. -dije son una dulce sonrisa- Pero me encantaría.

     Fui a buscar a las chicas. Les comenté lo que Gabriel me había dicho. Todas estaban encantadas con él. Y más de una hubiese querido que Gabri se hubiese fijado en ella. Por lo que todas dijeron que me fuese con él, sin ningún problema. El problema era que yo no estaba muy segura de querer ir, por lo que pudiese pasar aquella noche. Sabía lo que terminaríamos haciendo y no quería que me lastimasen una vez más.

     - Ya esta todo hablado -le dije a Gabri-.
     - ¿Y bien? ¿Te vienes? -dijo él-.
     - Sí. Despidámonos de las chicas y nos vamos, mañana las veré -dije cogiéndole de la mano-.


***

     Su casa era enorme, un chalet. Estaba perfectamente decorada, era sencilla, elegante y, a la vez, moderna. No estaba nada mal. Las paredes eran de colores pasteles y cada habitación tenía un color diferente. Todas las habitaciones eran enormes, eran como las suites de los hoteles más caros. La cocina era grande a modo americano. Tenía tantos baños como habitaciones tenía la cara, además del baño central.

     Gabriel, era sencillo y realmente muy discreto. A primera vista no aparenta ser un chico con tanto estatus social. Sí, era abogado, según él muy bueno, pero tendría que ser buenísimo para tener esa espectacular casa. La verdad es que cada vez me gustaba más. Era sorprendente que tuviese tanta discreción siendo tan joven.

     Fuimos a la cocina. Cogió dos botellas una de Champan y otra de un vino francés de muy buena cosecha. 
      - ¿Qué prefieres? -dijo Gabri-.
      - Mmm... Mejor Champan -dije con una voz maliciosa-.
      - Vamos al salón, estaremos más cómodos -dijo él mientras caminaba hacia allí-.

     Entre copa y copa de Champan íbamos hablando de nuestras vidas. Amigos, familia, trastadas, momentos embarazosos, momentos buenos y malos, etc. Ya era tarde cuando terminamos de hablar, por lo que decidimos irnos a dormir. Gabriel, me acompañó hasta mi habitación y se despidió mientras se iba encaminando hacia la suya. Pero, de repente, mi mano agarró la suya y dándole un suave empujón hacia a mí, le atraje a unos centímetros de mi cuerpo. Nos quedamos un instante mirándonos fijamente a los ojos -la verdad es que me perdí en la profundidad de los preciosos ojos verdosos-, mientras nuestros cuerpos, movidos por una atracción invisible, se acercaban cada vez más hasta terminar unidos, al mismo tiempo que nuestros labios se juntaban aspirando el aliento del uno y del otro.


     Poco a poco, los besos se quedaron en la puerta de mi habitación para ir entrando abiertamente en ella. Besos de amor, besos de deseo, besos desesperados, besos apasionados... Suspiros y más suspiros que buscan desconsoladamente un sitio dónde acabar lo que acabábamos de empezar. Paso a paso íbamos recorriendo la habitación pared por pared, hasta topar con el sofá de la habitación.

       En el sofá fue sucediendo todo. Habíamos comenzado bien. Los besos de Gabriel eran suaves, mojados y tiernos. Beso tras beso, iban desapareciendo prendas de vestir. Mientras la besaba el cuello le iba quitando poco a poco la americana. Luego, tras acabar la americana por algún lugar de la habitación, fui desabrochando los botones de su fabulosa camisa, hasta quedar todo su esculpido cuerpo al descubierto. Me quedé un momento mirándole por completo mientras él me observaba con una sonrisa burlona y con curiosidad. Tras observarle cuidadosamente, me acerqué a su oído y le susurré que era extremadamente espectacular. Gabriel, despacio me iba quitando la ropa mientras me acariciaba cuidadosamente.

      Nuestros labios se buscaban mutuamente. Hacía calor y aún más calor desprendían nuestros cuerpos desnudos que al unísono jadeantes llegaban al final. Terminamos agotados tras aquella INTENSA unión. Acabamos dormidos en paños menores en la misma cama. A la mañana siguiente, al despertarme, Gabriel seguía junto a mí. Estaba profundamente dormido, no sé con qué soñaría pero estaba sonriente. Me acerqué y le besé en los labios para irme a dar una ducha. Cuando terminé de ducharme el ya estaba despierto e incorporado en la cama.

     - Buenos días -dijo con voz grave mientras esbozaba una amplia sonrisa-.
     - Buenos días - le dije mientras caminaba hacia él-.
     - No deberías venir hacia aquí tan... -dijo Gabriel-.
     - Tan ¿qué? -le pregunte-.
     - ¿Insinuante? -dijo levantando su ceja derecha-.
   - ¿Cómo voy? Acabo de salir de la ducha, es normal que lleve una toalla en el cuerpo mientras me seco el pelo con la otra, ¿no? -le dije insinuándome-.
    - Sí, es cierto, pero le das mucho que imaginar a mi cabeza. Aunque ya no tengo que imaginar ya vi todo anoche.


***

     Terminamos desayunando mientras seguíamos hablando de todo en general y de lo que había pasado. Yo me quedaba embriagada por su olor y el despertar de los dulces ojos color aceituna. Teníamos un problema, nos gustábamos y aunque parecía que nos conocíamos de toda la vidas, la realidad es que nos conocíamos desde hacía unas pocas horas. Además, no podíamos olvidar que yo estaba de viaje y que en varios días volvería a casa. Tras estar un tiempo más a solas, nos reunimos con mis amigas.

     Pasamos los días restantes juntos, viviendo momentos de amor y deseo. Fue maravilloso y demasiado perfecto. Pero como ya sabíamos ambos todo iba a acabar. Llegó el último día. Sí. El último. Por desgracia, no teníamos más tiempo para nosotros dos. Este día lo pasamos totalmente solos y a nuestro ritmo, teníamos que despedirnos como era debido. Tuvimos un día lleno de pasión, desenfreno y caricias. Hicimos el amor tantas veces como pudimos hacerlo. Prometimos infinitas cosas imposibles para mí pero que para Gabriel eran perfectamente posibles.

     Hablábamos diariamente, hasta que una día dejó de llamarme y de cogerme el telefono, nunca supe la explicación, simplemente dejó de coger las llamadas. Es fácil hacer eso, pero difícil aceptar que ya no quiere nada contigo. Pasamos momentos preciosos, aunque ahora sólo queda volver al pasado y recordar. Dejar a nuestra mente viajar en el tiempo y recordar lo que aquellos días vivimos.

     Sin duda alguna, volvería a hacerlo. Sí. Y volvería con él si volviese a llamarme, si volviese a por mi y me pidiera perdón mientras me explicase el por qué de no cogerme ninguna de las infinitas llamadas que le hice durante meses. No me da vergüenza reconocer que aún hoy, si le viera, sentiría lo mismo por él.

~Lucía Vaz~

No hay comentarios:

Publicar un comentario